Cuando aún los partidos no han comenzado a pedir formalmente el voto, los obispos ya lo han hecho. La jerarquía eclesiástica no está impedida para manifestar su preferencia electoral, pero tengo dudas que tal posición encaje en el modelo de Estado no confesional, y fíjense que no digo laico. Se han equivocado. Los obispos han excluido de su ámbito de acogida a cuantos no vayan a votar al PP, posicionándose con un sector del país y por consiguiente limitando su autoridad. Su participación en la contienda electoral no les dará triunfos ni tan siquiera resultando vencedora su apuesta. La máxima “a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César” parece declinar con esta postura. Están en su derecho de reivindicar su concepción del matrimonio pero el Derecho Civil ha de ser autónomo. Si extraña una intromisión del Estado en el Derecho Canónico, igual ha de extrañar a la inversa. Fundamentar su postura en evitar cualquier contacto con los terroristas es incoherente con la función tradicional de mediación de la Iglesia Católica. Pero lo que más me sorprende de los Obispos es la valoración de las prioridades en el ámbito político. Cuánto hecho de menos una declaración de la Iglesia pidiendo el voto para quienes más se preocupan por los derechos de los excluidos de esta sociedad, para los que luchan contra la xenofobia y el racismo, para los que trabajan por la paz y rehúsan la guerra. En definitiva, una declaración de amor y bondad.
Publicado en el Diario ABC el 3 de Febrero de 2008