Se dice que hemos iniciado la campaña electoral pero realmente lo que iniciamos es el final de una larga campaña. Ésta comenzó nada más conocerse los resultados electorales de hace cuatro años, cuando Aznar consideró la derrota del PP como un mero “contratiempo” y situó sus esperanzas de revancha en una legislatura corta a partir de una estrategia basada en la crispación. Zaplana ya aventuró que el gobierno duraría solo dos años, calibrando así las posibilidades obstruccionistas de su partido. Por eso no respetaron ni el periodo de gracia de los cien días y acudieron a los viejos fantasmas para alimentar el enfrentamiento cívico: el terrorismo, la unidad de España, la religión; y otros nuevos, como el agua o la inmigración. El PP ha procurado mantener a su electorado movilizado hasta este momento. Ha basado su estrategia en el plano emocional recurriendo al victimismo y la inseguridad. Es ésta una campaña intensa en mensajes y en propuestas, y por ello resulta cualquier cosa menos aburrida. Habrá tensión hasta el último día. Quedan desautorizados los predicadores del fin de las ideologías, pues aquí se dan cita nuevamente la izquierda y la derecha.
Publicado en el Diario ABC el 23 de Febrero de 2008