Rajoy perdió su última oportunidad televisiva esperando que los espectadores cambiaran su apreciación ya que él, por lo visto, decidió mantener su actuación, la misma del debate anterior, con el mismo guión argumental y los mismos mensajes. Eliminó el cuento de la niña, aún sin olvidarse de ella, pero en ese final, ya estaba demasiado excitado como para transmitir confianza. A falta de cambios significativos, Rajoy optó por mostrar mayor contundencia y radicalidad y un manifiesto desprecio personal a Zapatero. Seguramente, a estas alturas de la campaña, ya no hay margen para variaciones, siquiera sean puntuales. El PP se juega todo el resultado a una sola carta, a una sola estrategia, la que reveló Elorriaga en el Financial Times.
Zapatero, en cambio, quiso ser propositivo en este segundo debate, asumiendo así las críticas que se le habían planteado respecto del primer debate. No pudo mantener en todo momento ese empeño ante un Rajoy empeñado en mantener su discurso más duro. Rajoy buscó empatizar con agraviados de todo tipo, aún contradictorios, sabiendo que su falta de propuestas para solucionar tales agravios solo les puede conducir a la frustración. Quien más puso, más perdió.
Zapatero, en cambio, quiso ser propositivo en este segundo debate, asumiendo así las críticas que se le habían planteado respecto del primer debate. No pudo mantener en todo momento ese empeño ante un Rajoy empeñado en mantener su discurso más duro. Rajoy buscó empatizar con agraviados de todo tipo, aún contradictorios, sabiendo que su falta de propuestas para solucionar tales agravios solo les puede conducir a la frustración. Quien más puso, más perdió.