El fallecimiento de Mercedes Sosa, como el de Benedetti hace unos meses, nos muestra como se van apagando los ecos de las voces que dieron vida a una generación inquieta, comprometida y con ansias de vida que caracterizó a muchos de los jóvenes de las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. La canción “Gracias a la vida” es un ejemplo de esas ansias por gozar en plenitud lo que llamaríamos el regalo de la vida pero no desde una perspectiva complaciente sino comprometida y amorosa. Amor por la vida traducido en un desafío, en ganas de vivir y, paradójicamente, en un motivo para perderla si la misma causa así lo exigía o merecía. De aquella generación nos queda un legado impresionante y abultado de soñadores que abonaron tantos sentimientos y emociones que hoy, los testigos afortunados de aquella época, sentimos con la nostalgia de una juventud que, sintiéndose con fuerza, quería cambiar el destino del mundo.Yo también quiero darle gracias a la vida porque me permitió gozar de aquellos sueños, y me permite hallar todavía unas hermosas raíces. Pero lamento, también que los jóvenes de hoy no tengan nuestra oportunidad.
Las pensiones insultantes de los ejecutivos bancarios ajenos y nada responsables, al parecer, de una crisis que se dice financiera y las edificantes conversaciones telefónicas vinculadas al caso Gürtel que han centrado la actualidad semanal resultan disuasorias para cualquier joven a la hora de vincularse a la política. O quizás pueda resultar todo lo contrario.
Publicado en el Diario ABC el 11 de Octubre de 2009