Los contenidos pierden vigencia pero las etiquetas se mantienen. Esa sensación me han producido las movilizaciones de jóvenes de hace unas semanas, unos llamados antifascistas y otros, nazis. Me llama la atención la existencia de una corriente juvenil antifascista para cuya existencia lógica ha de existir un movimiento fascista considerable que amenace nuestra libertad. Me sorprende, también, observar a muchachos, con una más que evidente ignorancia, glosar ideas racistas o totalitarias. El caso es que, estos jóvenes que recurren a los calificativos de “facha” y “progre” no conocen muy bien que entrañan tales epítetos.
Aparentemente podría pensarse que, nuevamente, las ideologías que marcaron el siglo XX resurgían con fuerza entre, al menos, una parte de la juventud. Pero si observamos con mayor cuidado el fenómeno, vemos que no es tanto así. La mayoría de los jóvenes que se adhieren a grupos radicales lo hacen como un modo de afirmar una identidad y un sentido de pertenencia de grupo. El desinterés por la política real es común a ambos grupos. A “fachas” y a “progres” les gusta disponer de la misma absoluta libertad y disfrutar al máximo. Esta dicotomía tiene más que ver con el naufragio de unos adolescentes acechados por la inestabilidad emocional, la inseguridad, la dependencia de los fetiches, el aburrimiento que les provoca la vida adulta y el miedo al futuro.
Eso sí, a diferencia de otros europeos, gustan de las manifestaciones en las calles. Ideal sería si, además, hay un poquito de fondo y de compromiso efectivo.
Aparentemente podría pensarse que, nuevamente, las ideologías que marcaron el siglo XX resurgían con fuerza entre, al menos, una parte de la juventud. Pero si observamos con mayor cuidado el fenómeno, vemos que no es tanto así. La mayoría de los jóvenes que se adhieren a grupos radicales lo hacen como un modo de afirmar una identidad y un sentido de pertenencia de grupo. El desinterés por la política real es común a ambos grupos. A “fachas” y a “progres” les gusta disponer de la misma absoluta libertad y disfrutar al máximo. Esta dicotomía tiene más que ver con el naufragio de unos adolescentes acechados por la inestabilidad emocional, la inseguridad, la dependencia de los fetiches, el aburrimiento que les provoca la vida adulta y el miedo al futuro.
Eso sí, a diferencia de otros europeos, gustan de las manifestaciones en las calles. Ideal sería si, además, hay un poquito de fondo y de compromiso efectivo.
Publicado en el Diario ABC el 16 de Diciembre de 2007