La guerra sucia ha vuelto o nunca se ha ido del PSPV. Los aspirantes a hacerse con el control de la cuarta planta de la sede de Blanquerías sonríen a las camarillas mientras los zapadores de uno y otro bando siembran el ciberespacio de maledicencias. Los insultos arraigan en la turba de la infamia.
La mala leche de toda la vida se dispara con la artillería pesada de las tecnologías porque Internet es la nueva columna de Pasquino. Cualquier cosa vale para minar el prestigio de quienes se pretenden el futuro. Dicen que Jorge Alarte se comió a un niño y que ha convertido Alaquàs en un casino, que Francesc Romeu plagia a sus rivales y ha esquilmado la Jaime Vera para pagarle panchitos y refrescos a sus acólitos, que Ximo Puig jamás pisó una escuela de periodismo, y que Vicent Sarriá y Alfred Boix falsificaban sus calificaciones académicas. Los dicterios y murmuraciones crecen ataviados de medias verdades, alcanzan a los familiares de los candidatos y florecen en el morboso limo de las preferencias sexuales y los vicios privados de cada cual. Si como aseguran los nuevos místicos, la maldad y sus esquejes desprenden energía negativa, el espacio radioeléctrico y la Red deben de ser selvas radiactivas.
La infamia, en todo caso, es muy importante porque, además de revelar el nivel de nerviosismo que subyace en el proceso de primarias, constituye todo un patrimonio del partido. Grandes difamados fueron Borrell, a quien atribuyeron todo tipo de escalos y persiguieron hasta las mancebías cuando noqueó al aparato felipista; Ciprià Ciscar, una de las figuras más brillantes y peor tratadas en el PSOE; Andrés Perelló, uno de los mejores oradores que se han aupado a la tribuna de las Cortes; y José Luís Ábalos, genio de la vida y la política que aún ha de decir mucho en el PSPV (¡).
Los mismos que han echado a perder ocho años de oposición –y muchos de los que ahora lo adulan y requieren- atribuyeron hace ocho años a Ábalos un dossier de escándalos que, según la leyenda, el PP guardaba a modo de arma secreta. La verdad es que ese dossier no se publicó porque nunca existió y que al PP no le hizo falta sacarse ninguna maldad de la manga para que el PSPV levantara su morada en los albañales de la oposición.
El escarnio ha vuelto al mismo partido que fusilaría a Nebrija sin dudarlo, por elaborar una ortografía sexista, pero que sin embargo aboga por “reeducar” a los maltratadores (Carmen Montón). En esta doblez ahíta de correcciones e iniquidades, en esta mediocridad rampante, hay algo muy freudiano y muy socialista.
La mala leche de toda la vida se dispara con la artillería pesada de las tecnologías porque Internet es la nueva columna de Pasquino. Cualquier cosa vale para minar el prestigio de quienes se pretenden el futuro. Dicen que Jorge Alarte se comió a un niño y que ha convertido Alaquàs en un casino, que Francesc Romeu plagia a sus rivales y ha esquilmado la Jaime Vera para pagarle panchitos y refrescos a sus acólitos, que Ximo Puig jamás pisó una escuela de periodismo, y que Vicent Sarriá y Alfred Boix falsificaban sus calificaciones académicas. Los dicterios y murmuraciones crecen ataviados de medias verdades, alcanzan a los familiares de los candidatos y florecen en el morboso limo de las preferencias sexuales y los vicios privados de cada cual. Si como aseguran los nuevos místicos, la maldad y sus esquejes desprenden energía negativa, el espacio radioeléctrico y la Red deben de ser selvas radiactivas.
La infamia, en todo caso, es muy importante porque, además de revelar el nivel de nerviosismo que subyace en el proceso de primarias, constituye todo un patrimonio del partido. Grandes difamados fueron Borrell, a quien atribuyeron todo tipo de escalos y persiguieron hasta las mancebías cuando noqueó al aparato felipista; Ciprià Ciscar, una de las figuras más brillantes y peor tratadas en el PSOE; Andrés Perelló, uno de los mejores oradores que se han aupado a la tribuna de las Cortes; y José Luís Ábalos, genio de la vida y la política que aún ha de decir mucho en el PSPV (¡).
Los mismos que han echado a perder ocho años de oposición –y muchos de los que ahora lo adulan y requieren- atribuyeron hace ocho años a Ábalos un dossier de escándalos que, según la leyenda, el PP guardaba a modo de arma secreta. La verdad es que ese dossier no se publicó porque nunca existió y que al PP no le hizo falta sacarse ninguna maldad de la manga para que el PSPV levantara su morada en los albañales de la oposición.
El escarnio ha vuelto al mismo partido que fusilaría a Nebrija sin dudarlo, por elaborar una ortografía sexista, pero que sin embargo aboga por “reeducar” a los maltratadores (Carmen Montón). En esta doblez ahíta de correcciones e iniquidades, en esta mediocridad rampante, hay algo muy freudiano y muy socialista.
Publicado en El Mundo el 13 de junio de 2008