“Ojos que no ven, corazón que no siente” reza el dicho popular, que traducido en positivo quiere decir que cuando los ojos ven el corazón siente. Y eso es lo que ha pasado con la reiterada difusión del video del metro de Barcelona, en el que un descerebrado, lamentablemente español, golpeaba con la crueldad y con la rabia de un incipiente frustrado, a una menor ecuatoriana. A la gran mayoría de la población, lo cual es un dato positivo, nos ha indignado la visión de tales hechos.
Como el desgraciado cobarde necesita dar sentido a su miserable vida se apropia del veneno racista para justificar su frustración permanente. Pero este individuo no es realmente un racista sino un inadaptado social que lo mismo golpea a una inmigrante, a un menor español, a un mendigo, a un compañero de escuela o a sus padres. Un tipo que seguramente será un fracasado escolar más; carente de cualquier valor moral, político o religioso; desprendido de cualquier inquietud ética o estética. En fin, un subproducto de nuestra sociedad.
Por ello, conviene no reducir el caso a una agresión racista y sí advertir que debemos plantearnos con seriedad la educación de nuestros menores. Se habla mucho de los derechos de éstos y nada de las obligaciones que comporta tal condición. Demasiada indulgencia y escasa autoridad moral, ausencia de afectos y malos ejemplos, y seguramente más cosas, pero hagamos algo por impedir la generación de semejantes individuos. Y, por favor, no le entrevisten.
Como el desgraciado cobarde necesita dar sentido a su miserable vida se apropia del veneno racista para justificar su frustración permanente. Pero este individuo no es realmente un racista sino un inadaptado social que lo mismo golpea a una inmigrante, a un menor español, a un mendigo, a un compañero de escuela o a sus padres. Un tipo que seguramente será un fracasado escolar más; carente de cualquier valor moral, político o religioso; desprendido de cualquier inquietud ética o estética. En fin, un subproducto de nuestra sociedad.
Por ello, conviene no reducir el caso a una agresión racista y sí advertir que debemos plantearnos con seriedad la educación de nuestros menores. Se habla mucho de los derechos de éstos y nada de las obligaciones que comporta tal condición. Demasiada indulgencia y escasa autoridad moral, ausencia de afectos y malos ejemplos, y seguramente más cosas, pero hagamos algo por impedir la generación de semejantes individuos. Y, por favor, no le entrevisten.
Publicado en el Diario ABC el 28 de Octubre de 2007