La alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, alabó esta semana pasada las bondades del llamado “Plan Camps”, calificándolo de buen plan para los valencianos, por más que aún resulte inédito, a diferencia del conocido “Plan Zapatero” al que calificó de “plan express”, aprovechando, una vez más, para cuestionar la iniciativa del gobierno nacional pese a que, en el mismo día de sus declaraciones, todos los medios apuntaban a los efectos de dicho plan la contención del desempleo.
A Barberá le interesaba más hablar mal de Zapatero que hablar bien de Camps, pues le ha dedicado mucha más energía a ello que a cualquier otra cosa. Calificar de “express” al plan Zapatero es una obviedad pues se planteó con la urgencia de enfrentar la caída del empleo y, como tal, se acortaron los trámites ordinarios. Al mismo tiempo, para que la medida no solo supusiera empleo, se pensó en cubrir necesidades municipales encargando a los ayuntamientos la propuesta de los proyectos y su ejecución.
Barberá pretende confundir y vincula este plan y el de Camps a la financiación municipal, cuando ninguno se refiere a ello por más que satisfagan necesidades de inversión. Nuestra alcaldesa se ha erigido en un radical referente de la oposición. Y el papel le gusta.
El problema es que la democracia exige dialogo, entendimiento, colaboración y lealtad institucional, y todo ello es puro incordio para Barberá cuando no lo gobierna todo su partido. Y es que una cosa es tener desencuentros y otra vivir en el desencuentro permanente.
A Barberá le interesaba más hablar mal de Zapatero que hablar bien de Camps, pues le ha dedicado mucha más energía a ello que a cualquier otra cosa. Calificar de “express” al plan Zapatero es una obviedad pues se planteó con la urgencia de enfrentar la caída del empleo y, como tal, se acortaron los trámites ordinarios. Al mismo tiempo, para que la medida no solo supusiera empleo, se pensó en cubrir necesidades municipales encargando a los ayuntamientos la propuesta de los proyectos y su ejecución.
Barberá pretende confundir y vincula este plan y el de Camps a la financiación municipal, cuando ninguno se refiere a ello por más que satisfagan necesidades de inversión. Nuestra alcaldesa se ha erigido en un radical referente de la oposición. Y el papel le gusta.
El problema es que la democracia exige dialogo, entendimiento, colaboración y lealtad institucional, y todo ello es puro incordio para Barberá cuando no lo gobierna todo su partido. Y es que una cosa es tener desencuentros y otra vivir en el desencuentro permanente.
Publicado en el Diario ABC el 6 de julio de 2009