Concejal del Ayuntamiento de Valencia, Viceportavoz del Grupo Socialista, Secretario de Medio Ambiente del PSPV-PSOE, y Diputado al Congreso por la provincia de Valencia.
Nacemos muchas veces a la vida si amamos la vida comenzamos con una llana devoción por la alegría con un voto indeclinable aun complicado.
La alegría es más un músculo o un grito que un don o un himno: se halla entreverada en las esquinas del aire, en algunas barras donde sirven trago duro, ron negro o whisky en las rocas; frecuenta la buena mesa, los largos paseos, el mar y los libros; es habitual de la mano franca de los amigos y emerge como un géiser de los labios de los amantes.
Su brillo basta para iluminar a voces las más enraizadas grisuras, y su solo calor es un implacable extintor de medianías.
Para extraer la alegría del muro ciego de los hombres, de un disciplinado calendario, o de un amor herido; para su gozo y deleite, digo, se requieren una indeclinable voluntad y enormes bocanadas de valentía, si se trata -como es preceptivo- de cabalgar al galope el lomo tibio de los días o de ensanchar a patadas su habitual angostura. Amemos pues los goznes de la vida, su dicha pasajera, su marcesible lozanía. Y abjuremos para siempre de la tristeza y sus cofrades, del odio y del olvido, del duelo, de los féretros, y de la fragancia ominosa de las coronas de flores.
Declaremos proscritos a quienes nunca bailan y a quienes jamás cantan si no es para entonar salmos o marchas militares. Amordacemos con confeti a quienes fiscalizan cualquier atisbo de placer en busca de un robo con violencia o de una culpa heredada.
Y amemos pues a nuestros amigos y a nuestros amantes, a nuestros perros y a nuestros gatos, a nuestros seres queridos y aun a nuestros desaparecidos.
Declaremos una guerra sin cuartel a la melancolía, y combatamos la quina y el llanto con la determinación de un Comandante en jefe, cuerpo a cuerpo, diente a diente, con un machete enorme afilado en el blanco pedernal de la sonrisa, porque merece la pena bendecir este camino, y celebrar la boda de un amigo y abrazarse y tener hijos y dejar, muy al cabo, un rastro de allegados devotos, un brindis pendiente, una conversación a medias y un par de lindas lindas fotografías.
Poesía de MARIANO GASPARET 14 de Septiembre de 2007